Ó que tuvo, retuvo e ainda queda. “El que tuvo, retuvo y todavía queda”. Esta frase surgió en la embarcación cuando tras un buen rato en el agua subí a bordo.
Aprovechando unos días de “retiro espiritual” por el noroeste peninsular y vistas las condiciones del mar atlántico y la climatología, esta semana pude salir de pesca con unos amigos galegos. Ciertamente, el tiempo era fantástico (ni en el verano habían tenido tan buen tiempo) y la mar presentaba un aspecto envidiable, por lo menos a priori, mas tarde pude comprobar la dureza de estas aguas ya en plena faena. Ya que no había viento y en principio poca mar de fondo, mis amigos se decidieron por salir a unas bajas en la boca de la ría, a una hora de navegación.
Se trata de dos barras de “pedras” sobre un fondo de entre 14-16 metros, aunque en algunos puntos subían hasta poco más de cinco metros. Este era el punto de referencia visual para mantenerte encima de la zona, ya que había bastante corriente y en cuanto te despistabas un poco, te salías del bajo y remontar era muy fatigoso. De hecho, la pesca se hizo dura ya que no podías dejar de aletear en ningún momento, y en esas condiciones, preparar una buena apnea resultaba un tanto incomodo. En la parte alta del bajo, no había pescado, sin embargo en el pasillo de unos 50 metros de ancho, que había entre las dos barras,y sobre 14 metros de fondo, era donde estaba el baile. Mucho sargo, algunos de buen tamaño y otros peces típicos de la zona.
El pescado estaba pero lo de cazar piezas ya era otra cosa. La laminaria era escasa ya que el mal tiempo había arrancado gran parte de ella y el perfil del fondo no dejaba buenos sitios donde esconderse En estas condiciones, además el pescado, se mostraba muy esquivo y receloso. Las esperas daban su fruto, pero dadas las condiciones que comentaba anteriormente, pues no eran todo lo deseables que uno quisiera. Justo cuando se empezaban a acercar las piezas de buen tamañoera cuando había que volver a superficie, con el cabreo consiguiente claro. En fin hay que asumir lo que hay y uno ya va estando mayor para estas cosas.
Al final tuvieron mucha más suerte mis compañeros Paco y Tucho, que hicieron una buena pesca “a liña” desde la embarcación. Un par de buenos pescadores con mucha experiencia y por encima de esto, muy buena gente. Puede sorprender esta cohabitación el compartir una salida de pesca submarina y embarcación. Tal vez por ello, resulta realmente muy de agradecer la invitación de mis amigos. Bien pensado, así debiera ser, ya que compartiendo la misma pasión por el mar, a mí personalmente me ha resultado por un lado difícil de entender y por otro lado injusta, esa animadversión hacia los pescadores submarinos, por parte de algunos pescadores de otras disciplinas. Una prueba de que hay bastante desconocimiento de nuestro deporte puede ser esta primera salida. Yo no conseguí ni una pieza y sin embargo, desde la embarcación hicieron muy buena pesca. Algunos se creen que hacer pesca submarina es bajar y coger el pescado como quien va a la pescadería. Ya nos gustaría, pero cualquiera que lo haya probado, sabe que eso no así casi nunca, más bien al contrario, cada vez es más complicado cobrar piezas. Creo que me estoy poniendo un poco trascendental y a lo mejor no procede.
Volviendo a la pecas, al día siguiente y dado que las condiciones de viento se mantenían, nos fuimos un poco más lejos. Esta vez la zona alejada, eran “unas secas” a hora y media de navegación. Conforme nos acercábamos y según se iban haciendo visibles las rocas que estaban por encima de la superficie, la cosa iba pareciendo cada vez más seria. Seguramente pesaba el saber que esta zona ya se había cobrado algunas vidas de pescadores. Ya de muy lejos se veía la espuma y efectivamente cuando llegamos a la zona pudimos comprobar que la mar de fondo, levantaba por encima de los 2,5 metros. Un sitio demasiado exigente para mí por lo que busque en los alrededores los bajos que no asomaran a superficie y donde no había rompiente. Tras pelear durante largo tiempo con la corriente al fin encontré un sitio donde intentar pescar sin jugarme el tipo. Aún así más de lo de la jornada de la víspera. Mucha corriente pero además, en cuanto picabas hacia el fondo, te dabas cuenta de que estabas totalmente a merced de los medios, en este caso la mar de fondo tenia tal fuerza que te llevaba de un lado al otro sin poder controlarla, hasta el punto de que tenía que disparar siempre a favor o en contra de la corriente pero nunca atravesada ya que de hacerlo así la varilla se desviaba de la trayectoria, espectacularmente. Al final pude cobrar unas cuantas piezas. Por encargo del “armador” conseguimos unos buenos pintos (pescado muy apreciado en estas latitudes) y un poco de todo. En esta jornada poco pescado blanco ya que seguramente se encontraba comiendo en la rompiente y hasta allí no nos decidimos a entrar. Por cierto también saqué unas cuantas ballestas (dentudos les llaman) para la comida que quedamos en preparar al día siguiente. En esta zona, todavía es un pescado que despierta cierto recelo en algunas personas pero como ya sabemos, hasta que se prueba en el plato. El trabajo de quitarles la piel, merece la pena una vez cocinado. En la embarcación, a los compañeros no les fue nada mal pero también echaron de menos el pescado blanco. En definitiva una buena jornada de pesca compartida con amigos.
Al día siguiente nos juntamos en “la lareira” de Balbino y Maria y disfrutamos de una buena comida y mejor compañía. Alguno notará la falta de datos acerca de los lugares de pesca, esto no responde más que al voto de silencio que nos solemos imponer los pescadores, sobre todo cuando nos llevan a zonas que no son las nuestras. Pido disculpas y confío en que se comprenda.
Por finalizar dejar mención de mi agradecimiento a Paco, Tucho, “Chesman” Balbino y Maria dos Anxos por su hospitalidad y amistad que compartieron conmigo durante unos días en su maravilloso pueblo.
Nos vemos en el fondo. JuanMa.
Ó que tuvo, retuvo e ainda queda. “El que tuvo, retuvo y todavía queda”. Esta frase surgió en la embarcación cuando tras un buen rato en el agua subí a bordo.
Aprovechando unos días de “retiro espiritual” por el noroeste peninsular y vistas las condiciones del mar atlántico y la climatología, esta semana pude salir de pesca con unos amigos galegos. Ciertamente, el tiempo era fantástico (ni en el verano habían tenido tan buen tiempo) y la mar presentaba un aspecto envidiable, por lo menos a priori, mas tarde pude comprobar la dureza de estas aguas ya en plena faena. Ya que no había viento y en principio poca mar de fondo, mis amigos se decidieron por salir a unas bajas en la boca de la ría, a una hora de navegación.
Se trata de dos barras de “pedras” sobre un fondo de entre 14-16 metros, aunque en algunos puntos subían hasta poco más de cinco metros. Este era el punto de referencia visual para mantenerte encima de la zona, ya que había bastante corriente y en cuanto te despistabas un poco, te salías del bajo y remontar era muy fatigoso. De hecho, la pesca se hizo dura ya que no podías dejar de aletear en ningún momento, y en esas condiciones, preparar una buena apnea resultaba un tanto incomodo. En la parte alta del bajo, no había pescado, sin embargo en el pasillo de unos 50 metros de ancho, que había entre las dos barras,y sobre 14 metros de fondo, era donde estaba el baile. Mucho sargo, algunos de buen tamaño y otros peces típicos de la zona.
El pescado estaba pero lo de cazar piezas ya era otra cosa. La laminaria era escasa ya que el mal tiempo había arrancado gran parte de ella y el perfil del fondo no dejaba buenos sitios donde esconderse En estas condiciones, además el pescado, se mostraba muy esquivo y receloso. Las esperas daban su fruto, pero dadas las condiciones que comentaba anteriormente, pues no eran todo lo deseables que uno quisiera. Justo cuando se empezaban a acercar las piezas de buen tamañoera cuando había que volver a superficie, con el cabreo consiguiente claro. En fin hay que asumir lo que hay y uno ya va estando mayor para estas cosas.
Al final tuvieron mucha más suerte mis compañeros Paco y Tucho, que hicieron una buena pesca “a liña” desde la embarcación. Un par de buenos pescadores con mucha experiencia y por encima de esto, muy buena gente. Puede sorprender esta cohabitación el compartir una salida de pesca submarina y embarcación. Tal vez por ello, resulta realmente muy de agradecer la invitación de mis amigos. Bien pensado, así debiera ser, ya que compartiendo la misma pasión por el mar, a mí personalmente me ha resultado por un lado difícil de entender y por otro lado injusta, esa animadversión hacia los pescadores submarinos, por parte de algunos pescadores de otras disciplinas. Una prueba de que hay bastante desconocimiento de nuestro deporte puede ser esta primera salida. Yo no conseguí ni una pieza y sin embargo, desde la embarcación hicieron muy buena pesca. Algunos se creen que hacer pesca submarina es bajar y coger el pescado como quien va a la pescadería. Ya nos gustaría, pero cualquiera que lo haya probado, sabe que eso no así casi nunca, más bien al contrario, cada vez es más complicado cobrar piezas. Creo que me estoy poniendo un poco trascendental y a lo mejor no procede.
Volviendo a la pecas, al día siguiente y dado que las condiciones de viento se mantenían, nos fuimos un poco más lejos. Esta vez la zona alejada, eran “unas secas” a hora y media de navegación. Conforme nos acercábamos y según se iban haciendo visibles las rocas que estaban por encima de la superficie, la cosa iba pareciendo cada vez más seria. Seguramente pesaba el saber que esta zona ya se había cobrado algunas vidas de pescadores. Ya de muy lejos se veía la espuma y efectivamente cuando llegamos a la zona pudimos comprobar que la mar de fondo, levantaba por encima de los 2,5 metros. Un sitio demasiado exigente para mí por lo que busque en los alrededores los bajos que no asomaran a superficie y donde no había rompiente. Tras pelear durante largo tiempo con la corriente al fin encontré un sitio donde intentar pescar sin jugarme el tipo. Aún así más de lo de la jornada de la víspera. Mucha corriente pero además, en cuanto picabas hacia el fondo, te dabas cuenta de que estabas totalmente a merced de los medios, en este caso la mar de fondo tenia tal fuerza que te llevaba de un lado al otro sin poder controlarla, hasta el punto de que tenía que disparar siempre a favor o en contra de la corriente pero nunca atravesada ya que de hacerlo así la varilla se desviaba de la trayectoria, espectacularmente. Al final pude cobrar unas cuantas piezas. Por encargo del “armador” conseguimos unos buenos pintos (pescado muy apreciado en estas latitudes) y un poco de todo. En esta jornada poco pescado blanco ya que seguramente se encontraba comiendo en la rompiente y hasta allí no nos decidimos a entrar. Por cierto también saqué unas cuantas ballestas (dentudos les llaman) para la comida que quedamos en preparar al día siguiente. En esta zona, todavía es un pescado que despierta cierto recelo en algunas personas pero como ya sabemos, hasta que se prueba en el plato. El trabajo de quitarles la piel, merece la pena una vez cocinado. En la embarcación, a los compañeros no les fue nada mal pero también echaron de menos el pescado blanco. En definitiva una buena jornada de pesca compartida con amigos.
Al día siguiente nos juntamos en “la lareira” de Balbino y Maria y disfrutamos de una buena comida y mejor compañía. Alguno notará la falta de datos acerca de los lugares de pesca, esto no responde más que al voto de silencio que nos solemos imponer los pescadores, sobre todo cuando nos llevan a zonas que no son las nuestras. Pido disculpas y confío en que se comprenda.
Por finalizar dejar mención de mi agradecimiento a Paco, Tucho, “Chesman” Balbino y Maria dos Anxos por su hospitalidad y amistad que compartieron conmigo durante unos días en su maravilloso pueblo.
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